A los descendientes del pueblo de Baabdat, Líbano, a nuestros hijos, queridos y amados, a nuestras vidas en la inmensidad de la tierra: es difícil y doloroso para el ser humano proyectar como será su vida, prepararse y luego tener que abandonar la patria...dejando sus parientes, sus tierras, su casa, sus raíces pero llevando a Baabdat en su corazón.
Recorrí el Brasil, la Argentina, Colombia, Venezuela, Canada, Estados Unidos y muchos otros países del mundo, me encontré con muchos de ustedes, descubrí el profundo amor y el cariño que están intactos de muchos de ustedes y que perdura en sus mentes y en sus corazones. Sé perfectamente que la relación que los une a su patria no se ha debilitado nunca. El Líbano está vivo en sus almas, y Baabdat sigue existiendo allí.
Pasarán las generaciones y vendrán otras nuevas. La vida los someterá inexorablemente a otro ritmo, a un lenguaje distinto y a tradiciones distintas a las nuestras, poco a poco reinará otro medio ambiente y le dará su cuño a cada nueva generación.
Encontré descendientes de Baabdat que vivían en la misma ciudad, en el mismo barrio, en la misma calle y que no se conocían mutuamente. Hay otros que al emigrar les fueron cambiados los nombres, sus apellidos mal pronunciados, o escritos de diversas maneras y con ello sus orígenes se desvanecieron con el tiempo.
De los Labakis, por ejemplo, pero no exclusivamente, nacieron apellidos de los que la nueva generación ignora totalmente el origen. Pero incluso hay muchos descendientes de Baabdat que hoy no conocen el origen de sus antepasados. Algunos de ellos creen que son de Siria y no de Baabdat, en el Líbano.